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miércoles, 19 de noviembre de 2008

Una anécdota de mi niñez

Hay momentos que pasan en la vida y son tan importantes que no se olvidan. Mi niñez está llena de muchos recuerdos que alegran mi vida. Como toda niña, me encantaba jugar, en especial con mis primos y hermana. Los veranos eran felices para mí, ya que disponía de todo el día para jugar y estar en casa de mis abuelos, donde me cuidaban. Me fascinaba correr bicicleta, inventarme juegos nuevos y ser la protagonista de los mismos.

Hoy estaba recordando una ocasión en particular en donde me preocupaba morir. Más bien, lo que me preocupaba era morir y no ser recordada. Tenía unos ocho o nueve años y creo que me había afectado la idea de que pudieran existir seres extraterrestres. Debido a esto, y con una mezcla de ficción y arqueología, decidí poner varios objetos en una bolsa de plástico. En ese momento pensé que si pasaba algo y todas las personas que conocía desaparecieran, era importante que alguien o esa nueva raza de extraterrestres, pudieran recordar cómo éramos. Me acuerdo que escribí una cartita, aunque por más que trato no me acuerdo con exactitud de los detalles. Se que les escribí sobre las cosas que hacíamos y que éramos “buenos e inteligentes”. Le añadí a la bolsita, centavos y un juguete pequeño que tenía y la cerré bien.

Después de hacer esto, me fui al patio de la casa de mis abuelos y busque un lugar especial, procurando acordarme dónde. Agarre un cuchillo e hice un hoyo en la tierra. No muy profundo, ya que me dio mucho trabajo, pero lo suficiente como para que mi abuelo no pudiera encontrarlo. Allí enterré mi mejor idea para hacerme notar algún día. Allí enterré mi preocupación porque no se olvidaran de mí y algún día poder ser importante, así como los indios, de cual hoy hay tantos hallazgos. Esa era mi idea, así quería que fuese, que cuando alguien hallase lo que enterré se sintiera interesado en conocer más.

En el momento que lo hice fue un juego. Aunque quizás algún día, alguien encuentre la bolsita en la tierra y le de curiosidad. Pensando en eso, ojala todos mantuviéramos a través de nuestra vida ese deseo por ser recodados por futuras generaciones. Recordados por todo lo que fuimos capaces de hacer, por lo que ayudamos a los demás, por seguir nuestros sueños, por alcanzar nuestras metas, por las cosas maravillosas que nos distinguen. Por hacer la diferencia, a pesar de que sea difícil y cueste trabajo hasta el punto de ir contra la corriente. Realmente valdría la pena pensar de vez en cuando ¿cómo voy a ser recordada/o?, y también analizar si hemos hecho todo lo que está en nuestras manos porque nos guste ese recuerdo.

4 comentarios:

tu vecina Day dijo...

Que bonita anécdota Glarys y superTierna ;-)..sobre todo haberla leído hoy en el día internacional del niño,y recuerdos de la época más felíz de algunos niños y en familia,hiciste una relación especial sin darte cuenta.

-Te imaginas quién podría alguna vez rescatar tu tesoro y de que manera?incréible pensar en alguna generación adelante si eso le sucede..

Un besote.

Anónimo dijo...

Muy lindo lo que escribis. Tenes razón, cuando somos niños nuestra inocencia y forma de ver la vida nos ayuda. Sería hermoso poder conservar esas cualidades ya cuando crecemos. Besos, Juan

Glarys dijo...

Day: Tienes razón, quizás algún día alguien encuentre mi tesoro y termine en buenas manos jeje.

Juan: Gracias por tu visita y tus palabras. La verdad es que todos tenemos a ese niñ@ escondid@, solo hay que dejarl@ salir de vez en cuando jeje. :)

Juan Carlos dijo...

Lindo post !

Muchas gracias !

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