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domingo, 20 de septiembre de 2009

Para alcanzar lo deseado....

Sabes... la clave no es solo querer, sino actuar, moverte, hacer.... Entender que somos capaces de alcanzar muchas cosas cuando ponemos todos nuestros sentidos y capacidades en ello.

Nos podemos pasar la vida entera deseando cosas, pero no alcanzarlas porque solemos permanecer faltos de acción. Somos seres capaces de alcanzar muchas cosas, pero por alguna extraña razón, en ocasiones nos quedamos estáticos esperando a que esas cosas lleguen por sí solas. Lo que no entendemos es que tenemos la necesidad de perseverar, de luchar, de movernos teniendo en mente la meta que deseamos alcanzar.

He entendido que el conformismo es una excusa que se utiliza cuando nos falta motivación. Y el “yo deseo” no sirve de nada sino se acompaña con gestión.

La vida es sólo una y podemos convertirnos en seres llenos de nostalgia, añorando aquello que no fuimos capaces de alcanzar o en seres llenos de satisfacción por haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos para lograr aquello que anhelábamos con el corazón.

¿Y tú, que dices querer o desear? ¿Qué estas haciendo para lograrlo? ¿Es suficiente? ¿Qué más puedes hacer?


Se trata de continuar, de dar un paso más para poder acercarnos al éxito. Poco a poco, así sea a pasos pequeños, se puede alcanzar lo grande y lograr los ideales que nos hemos propuestos.


Cinco modos de suicidarse respecto al éxito (de David Scwartz):



  1. Autodepreciación: no soy capaz, no sirvo para nada

  2. Seguritis: si ya estoy bien así, para qué pretender algo mejor? Todo anda bien, no hay nada qué mejorar ( De veras?)

  3. A los otros no les parece que cambiemos: (y la crítica de las personas negativas paraliza el avance).

  4. Me voy a retirar: el modo más fácil de fracasar es retirarse. El autoveneno más rápido es: "no hacer nada"

  5. Dejemos para más tarde: el posponer las cosas es no hacerlas. No deje para mañana lo que puede hacer hoy. Tome esa decisión. Envíe hoy mismo esa carta. Vaya a visitar esa persona.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Una anécdota más...


Las circunstancias llegan, nos ocurren cosas, y los sucesos nos marcan de una manera u otra. Atravesamos momentos de felicidad, alegría, tristeza, soledad o enfermedad. Sin embargo, en lo agitado del mundo y en el estrés en el que vivimos, solemos encerrarnos en nosotros mismos, llegando a olvidar que lo que nos afecta a nosotros, también puede afectar a otros. Inclusive por alguna extraña razón creemos que “mis cosas son mías y a nadie le importan”.

Error… La realidad es que vivimos en sociedad y en este “bote” en el que vivimos, si las cosas van mal de un lado, también se afectan las personas del otro lado”. En fin, estaba pensando en esto, porque ayer estaba hablando con una persona, a la cual le comente que me había asustado porque pensé que había tomado una mala decisión. Esta persona me contesto “¿Pero por qué?, si el que me jodo soy yo”. Si, definitivamente tenía razón, y por eso no dije nada y seguí la conversación hablando de otras cosas.

La realidad es que me quede pensando en esto, más que nada porque me sentí incomoda por su reacción a mi genuina preocupación. Lo que provocó que por unos minutos me sintiera fuera de lugar por preocuparme por otra persona. Pero luego de analizarlo, esto me hizo pensar en lo común que es creer que los demás no deben meterse en nuestras decisiones. Esto quizás es cierto, pero no es menos cierto, que hay personas que no están acostumbradas a que los demás se preocupen por ellos.

A pesar de lo agitada que resulta ser la vida en estos tiempos, la realidad es que hay cosas que no deben perderse. Me parece que la capacidad que tenemos de preocuparnos por los demás y dejarles saber que son importantes para nosotros, no la debemos dejar desaparecer por ningún motivo. Hay cosas que no las decimos, por miedo a la respuesta que tendrán los demás. Sin embargo, creo que vale la pena el poder sentir la emoción de ser genuinos y honestos con los demás y con nosotros mismos,

Hey…. Tienes razón, el que se jode eres tú, pero también me incluyes sin saberlo, de manera directa o indirecta en tus decisiones y acciones. No olvidemos que los demás (familiares, amigos, pareja, vecinos, compañeros de trabajo, etc.) se convierten en los mejores espectadores de nuestra vida.